La Memoria y la Inspiración
Posted by Para empezar a hablar de este libro que pretende asomarse a muchos textos, no hay como la definición que da Jorge Luis Borges: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación. Y sigue diciendo el gran argentino: el libro es indudablemente enriquecido por los lectores.
Pues vamos a hablar de un libro enriquecido. A un año y medio de su publicación en Colombia, a un año de su lanzamiento en México, Querida Alejandría es ya portador de mundos infinitos: los mundos de sus cientos de lectores, que aceptaron –yo lo vi- hacer con Cleopatra Selene una experiencia de memoria, una experiencia de imaginación.
Ha dicho nuestro extraordinario Sergio Pitol una de las frases más bellas que pueda haber: “la inspiración es el fruto más delicado de la Memoria”. Y hace más de un siglo Bernard Shaw dijo que la biblioteca de Alejandría fue la memoria de la humanidad. En la biblioteca se leía, se lee... Leer es para mí en este momento, a propósito de Querida Alejandría, recordar una historia: la historia de Cleopatra Selene.
Ahora sé que al escribirla, me hice un plan y un propósito: estar presente en su pasado. No quedarme en la barrera de lo inmediato, sino plantarme en el redondel del acontecimiento vivo, como en el mundo de los toros, donde se juega la vida y la muerte. Más que escribir una novela, quise tener la experiencia inmediata de ese pasado.
O Cleopatra Selene lo quiso a través mío, cuando la descubrí en un libro, asomada al mirador de los sueños de la historia parada en las puntillas en sus pies de niña.
Y entonces la memoria me otorgó ese su fruto delicado: la inspiración. A través de ella me transporté al corazón de antiguos sucesos, a su propio tiempo, en un viaje privilegiado lleno de aromas, melodías, sentimientos amorosos, nostalgias, ambiciones y derrotas, nostalgias de nuevo, dolor por lo perdido.
¿Por qué emprender ese viaje? ¿Por qué recordar? ¿Por qué escribirle a Alejandría?
Cleopatra Selene encuentra la razón en las primeras páginas de la novela, en las primeras líneas de su larga carta:
“Porque te extraño...”
“Porque como te extraño, te sueño y reconstruyo tus calles y tus fragancias y los gritos de tus vendedores y tu lengua sorprendida en la encrucijada de los dioses. Te sueño y me fatigo porque tengo que inventarte y por un instante de felicidad intolerable te habito... y despierto y lloro sobre el recuerdo inasible del sueño. Y miro a tavés de la ventana y pienso que más allá de los pinos de los bosques romanos está el Delta del Nilo y estás tú, Egipcia y Macedonia, Faraónica y Tolomea, lectora insaciable de tu propia biblioteca, ciudad hermosa, ciudad para siempre mía.
Tú sigue viva, Alejandría...
Hazlo por mí”.
Cleopatra Selene recuerda y a diferencia de los historiadores romanos su recuerdo no es para glorificar al príncipe, ni para ensalzar la edad augusta, ni por exigencias administrativas o políticas sino para poner en orden el mundo, su mundo. Cosmos en el caos. El infierno está ahí, por debajo y detrás de su espalda. Sabe que sobre su cabeza y la de Alejandro Helios pende una espada, el menor movimiento en falso hará que esta acabe con su vida, como acabó con su madre, su padre y su adorado hermano Cesarión. Los monstruos, los temores, las pesadillas, las inseguridades, la desesperanza la rodean –como nos rodean a cada uno de nosotros-. Pero al escribir las primeras palabras de su carta, al redactar “Querida Alejandría...” se aleja del presente hacia el pasado y descubre otras regiones del ser, otros niveles cósmicos, recuerda y ordena y se conecta con el tiempo original.
Su memoria es sencilla, honesta, -"te escribo, Alejandría, con sencillez y con asombro"- tiene rectitud y esto convierte el hecho de recordar y de escribir lo que se recuerda en algo ritual, sagrado.
El pasado, así recordado por Cleopatra Selene se convierte más que en el antecedente del presente, en su fuente. La memoria y su fruto delicado –la inspiración- no reconstruyen el pasado como si fuera un parque temático, tampoco quieren abolirlo, sino tender un puente entre el presente y ese más allá...
Y entonces de la Memoria, de la Imaginación... brota Alejandría... la ciudad del sueño de Alejandro, la dividida en 5 barrios con las letras del alfabeto griego en áureo acróstico: Alexandros basileus genos Dios ektise genos aeimneton. (Alejandro rey hijo de Dios construyó una ciudad memorable).
La Ciudad del Faro. La Ciudad del Museo. La Ciudad de la Biblioteca.
Nunca tantas cosas han sido pensadas por tantos sabios extraordinarios en un solo lugar:
la Biblioteca.
Aristarco de Samos entrevió el giro de la tierra alrededor del Sol, calculó las distancias relativas entre el sol, la tierra y la luna. Hiparco de Nicea vislumbró la precesión de los equinoccios. Aristófanes de Bizancio edificó el primer diccionario. Euclides alumbró su geometría.
La Biblioteca... ¿qué era, que no es la biblioteca sino un diálogo con la cultura?
Y el diálogo no se puede quemar. Cuando los árabes tomaron Alejandría en el siglo VII la cultura grecorromana estaba exangüe. Ya los cristianos habían despedazado a Hypatia y arrancado las inscripciones jeroglíficas del templo de Filoé para borrar sus sentidos deslumbrantes. El Islam no quemó el diálogo. El Islam tradujo y comentó a Aristóteles en las estrellas gemelas de Bagdad y de Córdoba. El diálogo continuó en otras lenguas y en otras bibliotecas, como en la cordobesa de Al Hakim...
Y Alejandría... la historia, el tiempo, los desastres naturales la sumergieron, la asulagaron y los arqueólogos submarinos quieren traerla de vuelta mientras miran a través del agua turbia los ojos de Tolomeo, de Cesarión, del magnífico Serapis...
Yo le escribí una larga carta a una ciudad que ya no existe, a una biblioteca quemada, borrada o sumergida, a un faro de ojo ciego... y hoy constato que esa hermosa sumergida, esa bella durmiente ha respondido, a través de la emoción de los cientos de lectores colombianos que han hecho de este un libro vivo.
Pues vamos a hablar de un libro enriquecido. A un año y medio de su publicación en Colombia, a un año de su lanzamiento en México, Querida Alejandría es ya portador de mundos infinitos: los mundos de sus cientos de lectores, que aceptaron –yo lo vi- hacer con Cleopatra Selene una experiencia de memoria, una experiencia de imaginación.
Ha dicho nuestro extraordinario Sergio Pitol una de las frases más bellas que pueda haber: “la inspiración es el fruto más delicado de la Memoria”. Y hace más de un siglo Bernard Shaw dijo que la biblioteca de Alejandría fue la memoria de la humanidad. En la biblioteca se leía, se lee... Leer es para mí en este momento, a propósito de Querida Alejandría, recordar una historia: la historia de Cleopatra Selene.
Ahora sé que al escribirla, me hice un plan y un propósito: estar presente en su pasado. No quedarme en la barrera de lo inmediato, sino plantarme en el redondel del acontecimiento vivo, como en el mundo de los toros, donde se juega la vida y la muerte. Más que escribir una novela, quise tener la experiencia inmediata de ese pasado.
O Cleopatra Selene lo quiso a través mío, cuando la descubrí en un libro, asomada al mirador de los sueños de la historia parada en las puntillas en sus pies de niña.
Y entonces la memoria me otorgó ese su fruto delicado: la inspiración. A través de ella me transporté al corazón de antiguos sucesos, a su propio tiempo, en un viaje privilegiado lleno de aromas, melodías, sentimientos amorosos, nostalgias, ambiciones y derrotas, nostalgias de nuevo, dolor por lo perdido.
¿Por qué emprender ese viaje? ¿Por qué recordar? ¿Por qué escribirle a Alejandría?
Cleopatra Selene encuentra la razón en las primeras páginas de la novela, en las primeras líneas de su larga carta:
“Porque te extraño...”
“Porque como te extraño, te sueño y reconstruyo tus calles y tus fragancias y los gritos de tus vendedores y tu lengua sorprendida en la encrucijada de los dioses. Te sueño y me fatigo porque tengo que inventarte y por un instante de felicidad intolerable te habito... y despierto y lloro sobre el recuerdo inasible del sueño. Y miro a tavés de la ventana y pienso que más allá de los pinos de los bosques romanos está el Delta del Nilo y estás tú, Egipcia y Macedonia, Faraónica y Tolomea, lectora insaciable de tu propia biblioteca, ciudad hermosa, ciudad para siempre mía.
Tú sigue viva, Alejandría...
Hazlo por mí”.
Cleopatra Selene recuerda y a diferencia de los historiadores romanos su recuerdo no es para glorificar al príncipe, ni para ensalzar la edad augusta, ni por exigencias administrativas o políticas sino para poner en orden el mundo, su mundo. Cosmos en el caos. El infierno está ahí, por debajo y detrás de su espalda. Sabe que sobre su cabeza y la de Alejandro Helios pende una espada, el menor movimiento en falso hará que esta acabe con su vida, como acabó con su madre, su padre y su adorado hermano Cesarión. Los monstruos, los temores, las pesadillas, las inseguridades, la desesperanza la rodean –como nos rodean a cada uno de nosotros-. Pero al escribir las primeras palabras de su carta, al redactar “Querida Alejandría...” se aleja del presente hacia el pasado y descubre otras regiones del ser, otros niveles cósmicos, recuerda y ordena y se conecta con el tiempo original.
Su memoria es sencilla, honesta, -"te escribo, Alejandría, con sencillez y con asombro"- tiene rectitud y esto convierte el hecho de recordar y de escribir lo que se recuerda en algo ritual, sagrado.
El pasado, así recordado por Cleopatra Selene se convierte más que en el antecedente del presente, en su fuente. La memoria y su fruto delicado –la inspiración- no reconstruyen el pasado como si fuera un parque temático, tampoco quieren abolirlo, sino tender un puente entre el presente y ese más allá...
Y entonces de la Memoria, de la Imaginación... brota Alejandría... la ciudad del sueño de Alejandro, la dividida en 5 barrios con las letras del alfabeto griego en áureo acróstico: Alexandros basileus genos Dios ektise genos aeimneton. (Alejandro rey hijo de Dios construyó una ciudad memorable).
La Ciudad del Faro. La Ciudad del Museo. La Ciudad de la Biblioteca.
Nunca tantas cosas han sido pensadas por tantos sabios extraordinarios en un solo lugar:
la Biblioteca.
Aristarco de Samos entrevió el giro de la tierra alrededor del Sol, calculó las distancias relativas entre el sol, la tierra y la luna. Hiparco de Nicea vislumbró la precesión de los equinoccios. Aristófanes de Bizancio edificó el primer diccionario. Euclides alumbró su geometría.
La Biblioteca... ¿qué era, que no es la biblioteca sino un diálogo con la cultura?
Y el diálogo no se puede quemar. Cuando los árabes tomaron Alejandría en el siglo VII la cultura grecorromana estaba exangüe. Ya los cristianos habían despedazado a Hypatia y arrancado las inscripciones jeroglíficas del templo de Filoé para borrar sus sentidos deslumbrantes. El Islam no quemó el diálogo. El Islam tradujo y comentó a Aristóteles en las estrellas gemelas de Bagdad y de Córdoba. El diálogo continuó en otras lenguas y en otras bibliotecas, como en la cordobesa de Al Hakim...
Y Alejandría... la historia, el tiempo, los desastres naturales la sumergieron, la asulagaron y los arqueólogos submarinos quieren traerla de vuelta mientras miran a través del agua turbia los ojos de Tolomeo, de Cesarión, del magnífico Serapis...
Yo le escribí una larga carta a una ciudad que ya no existe, a una biblioteca quemada, borrada o sumergida, a un faro de ojo ciego... y hoy constato que esa hermosa sumergida, esa bella durmiente ha respondido, a través de la emoción de los cientos de lectores colombianos que han hecho de este un libro vivo.
Espero sinceramente que este libro que tiene tanta esperanza no naufrague en el mar de la indiferencia, que no sea reo de la falta esencial del alma: el olvido, que nuestra Querida Alejandría se siga construyendo como una extensión de la memoria y la imaginación.
Presentación de Querida Alejandría
Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil
México 2007