León Béjar es un joven lector a quien aprecio muchísimo. Gracias a él he podido volver a vivir mi novela El Disco del Tiempo como toda una aventura. Ahora me ha sorprendido con sus comentarios sobre Querida Alejandría. Para León, mi agradecimiento y toda mi amistad.
Querídisima María:
Recién termino Querida Alejandría, tengo que confesarte, que el libro lo empecé ayer; no porque no me interesara, simplemente me alejé un poco del mundo literario, y perdí valiosos meses, en los que pude continuar con muchas cosas que empecé.
No tengo palabras para describir lo que sentí al meterme al violento, pero a la vez fascinante mundo romano. A través de los heroicos personajes, los cuales me parecieron verdaderamente fascinantes, sobre todo Farses y Helios, ambos dispuestos a pelear por un ideal, la libertad de vivir.
Y por otra parte tenemos a Selene, que opta por el camino del amor, prefiere quedarse con Juba a realizar el destino que la Sociedad había planeado para ella.
Muy buen principio, el libro ya te interesa sin haber completado la primera página, y la narrativa muy constructiva, dirigida a Alejandría, pero a la vez al lector, que se vuelve tácitamente aliado de Selene y Helios.
También me gustaría expresarte mis más sinceras disculpas, pero quiero que entiendas que en general me alejé de los libros, y que en cuanto toqué Querida Alejandría, no lo pude soltar.
Es verdaderamente impresionante cómo tomas los hechos históricos y los conviertes en una construcción litertaria, que puede resultar un aprendizaje para todos.
Personalmente, me encantaron los personajes de Basilio y de Farses, dispuestos a morir por lo que creían correcto, y que, a final de cuentas sale siendo lo más importante: la libertad.
Sin más por el momento, me despido calurosmente, y ahora si, comprometiéndome a releer nuestro blog (El Disco del Tiempo) para reanudar mis aproximaciones al mundo minoico, y a la espiral del disco de Festos, si puedes envíame Sibila.
Te quiere,
León
Cleopatra Selene
Niña de letras en una biografía dedicada a Cleopatra Séptima, parada de puntillas en el gran balcón de la Historia, me habló. Me contó de sus hermanos, Alejandro Helios y Tolomeo Filadelfo, de Cesarión y de Juba, de una Alejandría que se diluyó en la distancia y de una Roma que nació ante sus ojos.
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